El medio de transporte más barato que existe en la capital de Los Países Bajos es caminar. Y, sin duda alguna, es el más agradable junto a la bicicleta. Por ello, te recomiendo conocer Amsterdam a pie.
En Amsterdam, se ha creado un sistema de señalización en cuatro idiomas, especialmente pensado para los peatones: hay onces bornes o pirulís de información situados en otros tantos lugares concurridos del centro de la ciudad. Ofrecen un plano de la ciudad, por supuesto, recorrido por circuitos de paseo en diferentes colores, y un índice con sesenta lugares de interés y localizaciones útiles.
El centro histórico de Amsterdam es relativamente pequeño y las distancias son cortas. Asimismo, la ciudad es llana. Ello favorece a la hora de pasear. Para ir desde la Estación Central a la plaza Dam se tardan apenas diez minutos; De Dam a Leidseplein, 20 minutos; de Waterlooplein a la iglesia Westerkerk y el barrio del Jordaan, 25 minutos.
El sector de los canales, el barrio del Jordaan o el barrio Rojo sólo se descubren bien a pie. Para admirar las fachadas del Siglo de Oro es necesario levantar la cabeza continuamente para poder descubrir los detalles.
Las horas ideales para pasear son las primeras de la mañana, al crepúsculo (el recorrido de los «cafés negros») y de noche (sobre todo, bajo la lluvia y la bruma).
Por otro lado, hay que tener cuidado al atravesar las calles porque, a diferencia de los doches, no se oye llegar a las biciclestas. Por esta tontería, muchos turistas se suelen llevar un buen golpe o susto.
Por último, se debe atender el código de la circulación pues también se aplica a los peatones. Por lo tanto, no hay que sorprenderse si un policía llama la atención de un peatón por haber cruzado un semáforo en rojo o fuera de un paso de cebra. Las multas pueden llegar a los 25 euros.
Foto vía Viajes y Turistas